Texto: Jesús Manuel Redondo Alba
Fotografías: Julián Rey Jiménez
Nuestra Madre en su camarín |
Ya estás en tu morada, cual marinera en tierra que vigila
orgullosa cómo rompen las olas de tu mar de olivar en el muelle de “Los
Barrancos”; y receptiva: recibiendo uno por uno a los ruteños que,
en su vuelta a la rutina, te llegan en oleadas a tu casa perfumando de
oraciones el retablo barroco que te enaltece.
He tenido que recurrir a mi amigo Antonio Ruiz
para que me describiera tu vestimenta, pues mi inusitado fervor carmelitano me
hace verte siempre como la
Señora de Rute que, se ponga lo que se ponga, está
sempiternamente radiante para servir como imán de atracción para esas almas
ruteñas, ávidas de compartir con la Emperatriz Carmelitana
la alegría de ser ruteños, y la satisfacción de tener a su Patrona al final de
la calle Toledo, cual faro encendido que nos guía eternamente en la volátil
incertidumbre del paso de la vida.
Corona de 1925, hábito y escapulario de
esterilla y capa de vistas con mantilla beige. De esta fantástica manera
se describe la belleza actual de la
Patrona de Rute en su Ermita, de la “Soberana a la que rezan
los ruteños”, de la que transforma en alegría esa palabra que no me gusta nada,
y que se llama rutina.
A los ruteños, no obstante, nos gusta la rutina: y
mucho; sobre todo cuando la pignoramos con ADORARTE, VISITARTE Y QUERERTE.
A eso le llamo yo: ¡BENDITA RUTINA!
¡Bienvenida a Tu casa, Madre!
¡VIVA LA EMPERATRIZ CARMELITANA !
¡VIVA LA
PATRONA DE RUTE!
¡VIVA LA
MADRE DE DIOS!
No hay comentarios:
Publicar un comentario