Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os
enseñará toda la verdad (Juan 16:13)
Texto: Jesús Manuel Redondo Alba
Imágenes: Internet | Julián Rey Jiménez
Pasamos estos días por la puerta de tu Santuario,
querida y adorada Carmelita, y al santiguarnos en las puertas de tu morada nos
regocijamos con tu soberana presencia de Reina y Señora en pleno mes de mayo:
plenamente señalado en nuestros corazones como el mes del bendito nombre de
María Santísima.
Es entonces cuando, seducidos por tu rostro, ungidos
por la gracia de tu Hijo y soliviantados por tu Santo Escapulario, debemos
hacer acto de reflexión forjando el mismo en la oración, en la meditación y en
la mística. Todo ello, bajo la sombra impoluta del Espíritu de Dios, el que nos
unge a proclamar la Buena
Nueva a los pobres de espíritu y a los más necesitados.
Para los cristianos, el mes de mayo culmina con la
fiesta de Pentecostés, es decir, la fiesta del fruto de la obra realizada por Cristo y el resultado de sus
merecimientos. De esta guisa, en el Nuevo Testamento se dice a veces que
fue el mismo Cristo quien envió al Paráclito (también traducido como
Consolador), refiriéndose al Espíritu Santo. Incluso en el Apocalipsis se pone
de manifiesto el envío del Espíritu Santo en la siguiente frase: Un
río de agua viva, resplandeciente como el cristal, saliendo del trono de Dios y
del cordero (Ap 22:1). Son menciones claras y explicitas al Espíritu de
Dios, al Espíritu de Jesús y al Espíritu de Jesucristo: el Espíritu del Hijo
que nuestra Carmelita y Patrona porta en sus manos y que nos muestra la luz
hacia la Salvación.
Los ruteños, por tener a nuestra Carmelita como
Madre y Patrona, podemos aferrarnos con más fuerza si cabe a ese Espíritu de
Jesús para mantener encendida la luz del
alma, gracias al Santo Escapulario, ese que la Emperatriz Carmelitana
nos ofrece como lazo de unión entre nosotros y su Hijo. De esta forma tan
maravillosa estaremos más cerca de la
Madre y del Altísimo para ser empapados eternamente de la
gloria eterna del nombre del Altísimo.
Ese Altísimo es al que siempre se aferró Santa
Teresa de Jesús a lo largo de su vida para forjar una maravillosa y majestuosa
lección de amor a Dios, y que nos debe servir para ver siempre luz al final del
túnel: para tener siempre cerca esa salida de esta vida hacia “…Aquella vida de Arriba…”. Sólo de esta
forma evitaremos los ruteños ahogarnos en la miserable bilis de nuestra vanidad
e hipocresía.
Santísima Virgen del Carmen, Reina, Señora, Patrona
y Emperatriz de esta mariana Villa de Rute: que el camino hacia tu Coronación
Canónica sea fiel reflejo del camino de humildad y amor a Dios utilizando como
puente el Santo Escapulario, y que la oración “reluzca siempre en forma de
Gracia Extraordinaria al pleno servicio de la comunidad cristiana y carmelita,
para que sea presencia en los hombres y en la historia”.
Queridos ruteños y devotos de
nuestra Patrona: “¡Vivamos la vida de tal suerte que viva… quede tras la
muerte!”
Disfrutad de un feliz, carmelitano
y teresiano Pentecostés…
¡VIVA LA VIRGEN DEL CARMEN!
¡VIVA LA PATRONA DE RUTE!
¡VIVA LA REINA Y SEÑORA!
¡VIVA LA EMPERATRIZ CARMELITANA!
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