Texto: Jesús Manuel Redondo Alba
Imágenes: Archivo de la Archicofradía
Hoy me voy a dedicar únicamente a
rezarte y a contemplarte dejando a un lado la rigurosidad que, cualquier
artículo periodístico que se precie, debería mínimamente cumplir para
homologarse como tal. Para ello, te pongo a Ti, Madre, como excusa, aprovechando
siempre como etiología tu incomparable y pluscuamperfecta belleza, de tal forma
que cualquier cosa no tenga más remedio que rendirse a tu incontestable y superintendente
título de Reina y Madre de Misericordia.
Si además de ello, para júbilo
nuestro, llevas en la mano un escapulario y te llamas Carmen, se puede decir
que los ruteños lo tenemos todo a nuestro favor para piropearte descomunalmente
hasta quedar extasiados por siempre en la interminable galaxia de tranquilidad
que desprendes actualmente desde el camarín de tu santuario.
Cualquiera diría, Madre, que
luces engalanada para el mes de ánimas: más bien deberíamos aseverar que
destacas “cual hermosa luna” y que resplandeces “mucho más que el sol”.
Asomarse a tu bendita morada un
día de noviembre, Carmen, y verte vestida de tocado hecho con mantilla de tul
bordado, con el pelo recogido y coronada con diadema de plata no es algo que
todo el mundo tenga el lujo de contemplar. Es un espectáculo que condiciona el
alma y nuestro espíritu de tal forma que convierten tu mirada, Carmen, en la
cascada más dulce de Misericordia jamás descrita, aprobada e imaginada por el
Altísimo.
Me dice el grupo que forma la
comisión de camarería que tu hábito es de lana fría, como si su misión fuese enfriar
y congelar nuestras muchas faltas, la mayoría de las cuales solo Tú deshaces y derrites
con solo proyectar sobre nosotros el inmaculado y omnipotente frontispicio de
tu presencia. La plata de tus pendientes acaba de rematar tu dictamen de Reina
y Señora, y tu rosario de madera nos recuerda lo más importante: que serás
siempre manantial eterno de Misericordia.
Que tu hábito de Carmelita,
precioso Jardín de Cielo, desempolve de nuestras vidas toda la hipocresía,
vanalidad y ostentación de los que somos susceptibles de contaminarnos en
nuestros quehaceres diarios, y sirva para hacer florecer en nosotros tu
humildad, tu sencillez y el impoluto magisterio de tu inmaculado nombre.
Disfrutemos de la indescriptible
valía de tu actual presencia en el Carmen durante el novenario de ánimas en tu
honor, gracias al incontestable trabajo forjado en Ti por tu grupo de camarería,
ese que siempre consigue -poniendo como fuente de inspiración tu grandeza- que
un Cielo tan bello como el tuyo, Madre, nunca tenga nubes que tapen su
quimérica belleza.
¡Ojala fuese ya la hora, CARMEN,
en la que nuestra alma JUNTO A TI YA RESPLANDECIERA!
Que así sea…
Rute con su Patrona.
Siempre Carmen. Siempre Patrona.
¡VIVA LA VIRGEN DEL
CARMEN!
¡VIVA LA PATRONA DE
RUTE!
¡VIVA LA REINA Y
SEÑORA!
¡VIVA LA
EMPERATRIZ CARMELITANA RUTEÑA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario